5 de abril de 2011

Felicidades, ahora estás más cerca de tocar fondo

Esta es tu vida, y se acaba a cada minuto. Cada segundo que pasa una célula de tu cuerpo muere y nace otra, y no puedes controlarlo. Nos creemos los dueños de nuestro propio cuerpo, pensamos que es algo que realmente dominamos, pero no tenemos consciencia de la mayor parte de fenómenos que ocurren en tan solo un segundo en nuestro interior. Y aún así, seguimos creyéndonos dioses de nuestro cuerpo.


Y entonces aparece la duda. Si no somos capaces de controlar nuestra más valiosa posesión, la que se supone que es nuestra, ¿cómo demonios vamos a tener el control sobre algo? ¿Cómo vamos a enfrentarnos a nuestros problemas sin ese mínimo poder? La solución es fácil. O luchas desde un principio, o, quizá la opción más emocionante y complicada. Te dejas vencer por todos esos problemas hasta sumergirte. Y entonces, empieza la acción.

Cambiar por dentro no es tan fácil como cambiar por fuera. Cambiar por dentro requiere un instrumental no tan específico como el bisturí y la anestesia. El post operatorio no es tan doloroso, pero deja cicatrices invisibles que nadie podrá disimular. La mayor gente intenta esconderlas, aunque cometan un gran error. Cada una de esas cicatrices son marcas de guerra, y hay que lucirlas con orgullo.


Pero antes de ese cambio, antes de tan siquiera saber que quieres cambiar, es necesario tocar fondo. Llegar al punto más bajo, el lugar de la desolación y los vicios, donde viven  todos aquellos desahuciados cuyos problemas son tan oscuros y terribles que resulta reconfortante compararte con ellos.


Hundirse. Estar a doscientos metros bajo tierra, un lugar donde ni siquiera nos da el sol. No importa cómo has llegado, tan solo estás allí. Despiertas y estas a oscuras, y el único olor que consigues captar es la humedad y el maloliente aliento de tu compañero de al lado. No hay lugar más denigrante que aquel en el que estás, no hay cosas tan horribles en ningún otro lugar. Tan solo existe tu desesperación, mezclada en el aire con la de los demás. 


Tus pulmones se contaminan del humo que carga el ambiente. El lugar no podría ser más espeluznante. Según vas caminando, según vas contemplando a todos aquellos ángeles caídos cubrir el suelo con sus cadáveres andantes, tragas saliva. Te preguntas si te parces a ellos, si en tu cara existe esa mueca de desolación que atraviesa todos sus rostros. Te preguntas si cada uno de tus gestos indica lo mismo que los de ellos, y el miedo te atraviesa. No quieres ser así. No quieres oler a estiércol ni estar rodeado de toda esa gente.

El primer paso para la auténtica recuperación, para apreciar realmente el cambio, es caer hasta el último piso, descender hasta el infierno y observar toda su extensión. Deleitarte con la corrupción y dejar que cuele en cada uno de tus poros, hasta hacerte reventar. Lo sé, porque Tyler lo sabe

1 comentario:

  1. Soy una persona que odia comentar porque luego no se que decir, pero es algo tan cierto y tan macabro que es muy dificil de descubrir tocar fondo para levantarse y lo has hecho estupendamente. ME ENCANTA TU BLOG

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