4 de abril de 2011

38571 Newtons

-¿Qué es lo que no le gusta de su cuerpo?

Ella se quedó callada. Le costaba decidir en aquel momento entre alguna parte en concreto. No sabía si lo adecuado era comentar el problema que tenía con el tamaño de sus pechos, o con aquellas horribles arrugas que estaban apareciendo debajo de sus ojos. También pensó en sus caderas, siempre había pensado que eran demasiado anchas, y en sus labios tan sumamente delgados. Incluso estuvo a punto de decir algo sobre sus envejecidas y caídas nalgas, pero se contuvo.

La verdad, no había ni una sola parte de su cuerpo que le pareciese atractiva. No había un solo centímetro que no odiase, un solo lugar que no estuviese dispuesta a someter a una cirugía. La única manera de solucionar tanto rechazo era con el filo de un bisturí, que rajase todo cuanto ella detestaba.


Era tan fácil como eso. La abrían, destrozaban todo lo malo que había  en su cuerpo, lo arrancaban de ella y rellenaban con todas las cosas bonitas que ella deseaba. Una boca perfecta, un cuerpo escultural, unas tetas en su sitio. Todo lo que siempre había soñado estaba al alcance de su mano, solo tendría que dormirse, los cirujanos harían su trabajo y ella se despertaría deslumbrante, siendo esa persona que siempre había deseado ser.

Ya no habría nadie que la rechazase por no ser lo suficientemente guapa, por no tener unos labios provocativos, por no ser la más hermosa de todas. Nadie más le volvería a decir que era un monstruo horrendo, ni se reirían de ella porque tuviese el tabique de la nariz desviado. Ella sería todo lo que los demás deseasen, y nadie, nunca más, la volvería a hacer sentir como una mierda.

Recordaba toda su adolescencia. Todos aquellos chicos llenos de hormonas, con la entrepierna como cerebro y las arterias a punto de reventar por culpa de la testosterona. Todos esos chicos que pasaban, que la obviaban por no ser lo suficientemente atractiva, todos aquellos comentarios crueles dirigidos a sus esqueléticas piernas. Toda una vida de odio y asco hacia su propio cuerpo que ahora se traducía en las ansias de que un bisturí rajase aquella piel plagada de malos recuerdos.

Hubiese dado su inteligencia, su bondad, su sentido del humor, todas aquellas cosas que la hacían grande por una pizca de la sensualidad de aquellas diosas que salían en portadas, con cuerpos esbeltos y sugerentes curvas. Nada en el mundo la habría hecho más feliz. Y por fin aquel día iba a tener todo aquello que llevaba deseando desde los trece años.

Una mente perfecta. Un cuerpo perfecto. Un alma perfecta. Una cara perfecta. Esas cosas que le habían vendido como buenas, cosas que todo el mundo deseaba poseer. Quería sentirse deseada, aunque solo fuese un momento. Pensaba que ya no sería necesario avergonzarse de su cuerpo. Que la próxima vez que estuviese con un hombre no se sentiría tan incómoda.

Al fin y al cabo, era lo que le habían enseñado. Cuanto más atractiva fuera, cuanto más superficial fuese su belleza, las cosas serían más fáciles, y más feliz sería. Todo a su alrededor le gritaba eso, y se había resistido a creer que era así, a creer que solamente era un objeto de deseo físico. Pero las paredes, los anuncios, cada persona que veía por la calle, clones de clones de otros clones, le decían eso .

¿Mente, cuerpo y alma perfectos? Todo mentira. Aquella presión era demasiada para soportarla por su cuenta. Solo un bisturí podría arreglar el desastre que creó la naturaleza.

-Terminaríamos antes si le digo que no hay absolutamente nada que me guste de mi cuerpo, doctor.

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