20 de febrero de 2011

Oh dios... mi madre es una choni

Están entre nosotros. Nos rodean. Creen que no nos damos cuenta, pero lo sabemos. Sabemos que poco a poco se están haciendo con el mundo. Que tiene un control total  y absoluto sobre nosotros. Son armas, armas de destrucción mental, educadas por la música electrónica y los reallity-shows, son monstruos genéticamente alterados, preparados para localizar, criticar y destruir cualquier cosa que no tenga que ver con ropa, música o discotecas. Son ángeles demonizados, preparadas para la próxima guerra, la guerra de la cultura. Así es

Y en nuestro bando, en el bando de las personas que no tienen perfil en todas y cada una de las redes sociales que han existido, existen  o existirán (sí, tienen el poder de viajar a través del tiempo y alterar el espacio con sus provocativas fotos), el bando de las personas que no tienen la tarjeta de V.I.P en Bershka, sólo nos queda rezar para que nuestra derrota en ésta guerra contra ellas, sea lo más rápida y precisa posible. Porque han estado esperando su momento, han practicado, saben todos nuestros puntos débiles, ellas son soldados de élite del siglo XXI, son máquinas perfectamente engrasadas y preparadas para una sola misión, la dominación mundial. Ellas, son las chonis... Y así es como, erróneamente las vemos.



1789. Estamos en Francia, en plena Revolución. El absolutismo entre los reyes asola Europa, y los burgueses, hartos de ser los últimos en la sociedad francesa, se revelan contra la monarquía, en busca de la igualdad, y estalla el conflicto. La Bastilla, es tomada por el pueblo, y comienza el fin del Antiguo Régimen. Los reyes absolutistas se preparan para la ola revolucionaria que asolará a Europa, tomando como ejemplo a Francia.

Mientras tanto, en España, un grupo de mujeres de la alta sociedad, a favor del régimen de los liberales, celebran la victoria francesa en silencio, esperando con impaciencia que España se sume pronto a la lista de países que como Francia, han abolido la monarquía absolutista. Son todas jóvenes, en torno a los 17-24 años de edad, encorsetadas en una sociedad que no las respeta, casadas con hombres inútiles, incapaces de darse cuenta del valor de sus mujeres.

Después de las noticias llegadas desde Francia, una de las damas, ordena a sus sirvientes comprar grandes cantidades de vino, y los trasladan hasta un paraje perdido en medio del campo castellano. Por una noche, esas mujeres van a ser libres, lejanas de la tiranía masculina, y celebrarán la victoria liberal. Entusiasmadas por la idea, una de ellas contrata a una orquesta, pagando una gran cantidad de dinero para que toquen al aire libre y de noche.

Todas ellas, protegidas de la mirada de la sociedad en medio de la noche, disfrutando del vino y de la música, se suben a sus carros de caballos, y bailan hasta el amanecer. Ahora son hermanas, están unidas por algo más. Se dan cuenta de que aquella noche no será la última. Aparece el primer botellón en un descampado, y con ellas nace el movimiento choni.

Actualidad. Han pasado algo más de dos siglos desde entonces. Una nueva generación de chonis ha aparecido, entre los flashes de las cámaras de foto y el de los anillos de oro.  Son despreciadas, criticadas, y utilizadas como objetos sexuales, se las considera 'chicas fáciles'. Pero ellas, siguen adelante, sin importar la opinión de los demás, sin darle mayor validez.

Las miran con desprecio, creen que son inferiores intelectualmente. Todos en algún momento lo hemos hecho. Y es que no pensamos en por qué y cómo son lo que ahora son. Vemos solo una carcasa de maquillaje y ropa, un escudo para el mundo, pero no vemos nada  más. ¿Y son ellas las que son nulas?

Chicas de entre 12-23 años. Acaban de entrar o están saliendo de la adolescencia. No saben cómo encajar, no saben lo que les espera.  Sienten miedo de lo que pueda pasar, se sienten superadas. No todas las personas tienen la fortaleza para superar todas las responsabilidades que conlleva la adolescencia. Y la música, bloquea los pensamientos, sólo hay espacio para la cadencia del ritmo. La ropa, el maquillaje y el peinado, son una armadura infranqueable, característica obligatoria. Sólo es una forma de evitar pensar en lo que se aproxima, sólo es una forma de bloquear todo lo demás.

O quizás es sólo la presión del grupo. Todas esas chicas inseguras, escondidas detrás de toneladas de maquillaje, y con una carta de presentación en forma de perfil en una red social que grita 'Soy segura, no tengo miedo, soy indestructible', algún día se olvidarán de que ellas también han sido débiles, y acaban propagando lo que un día no fue más que una defensa temporal en sectarismo adolescente.

Y ese es el problema. Son chicas, niñas que pretenden hacerse mayores muy rápido, que tal vez sólo necesitan un abrazo, una frase de ánimo, 'Eres perfecta, no te hace falta hacer todo esto' para darse cuenta de que sí, son perfectas. Pero nadie lo hace. Sólo reciben palos, golpes. Los hombres, las ven como su ligue de una noche. El resto de mujeres, como unas putas. Y la coraza de ropa, de peinado, de maquillaje, de música, de pensamiento, se convierte en su piel. Y van intoxicando cada célula de su cuerpo. Las niñas pequeñas, disfrazadas de mayores, los corderitos que pretenden defenderse de los demás, se convierten en mujeres envenenadas por nosotros mismos, en depredadores. A partir de ese momento, cada vez que una chica duda, están ahí, listas para saltar sobre ella, preparadas para entregar en mano esa coraza. Y para que esa coraza se convierta en piel. Comienza un proceso de destrucción, que arrasa con toda inocencia. Es una transformación completa, y es muy complicado revertirla.

Nos quejamos de que cada vez hay más. De que ahora todas las chicas son así. Y no nos damos cuenta de que es por nuestra culpa. Sí, hay personas que parece que persigan su autodestrucción. Pero ellas, sólo quieren aguantar una edad dura, complicada, refugiándose. Nadie les ha preguntado si quieren hacerse mayores, nadie les ha preguntado nunca cómo se sienten. Solo dan por sentado que son estúpidas y unas zorras.

Nos debería dar vergüenza, en serio.

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