Hay días que es mejor no levantarse de la cama. Días que sabes desde el primer segundo en el que estás despierto que lo mejor que puedes hacer es olvidarte de todo, esconderte entre las sábanas y esperar que el día siguiente llegue pronto. Y el maldito despertador sigue sonando.
Demasiado tarde, ya estás en pie. Ya has despertado, no hay vuelta atrás. Ya te has vestido, ya te has duchado, estás desayunando y lo único en lo que estás pensando es en la forma de evitar cruzar la puerta que te separa de la calle y conseguir acallar esa terrible sensación que te dice 'No salgas, no salgas...'
Pero sales. Sales y ya no hay remedio. Cada uno de tus pasos te conduce hacia ese lugar, el lugar en el que ocurrirá todo eso que estás esperando. Haces caso omiso de tus instintos, que te dicen que te escapes, que corras sin importarte las consecuencias. 'Corre, Forrest, corre'. Nada. Continuas. El día está abocado al fracaso.
Los minutos se suceden. Esa terrible sensación va en aumento. Todas tus células se ponen de acuerdo contra ti, y el nerviosismo aumenta. Sabes, con certeza, que algo va mal. Pero todo está en calma. Tú mismo pareces calmado, aunque por dentro las cosas no sean igual. Solo cuentas con desesperación las horas que quedan para que acabe el día, y paradójicamente, cuantas menos quedan, más te parecen.
Y entonces ocurre. Todo lo que habías estado esperando desde el segundo en el que te despertaste. Lo que ayer era una nube, hoy es una tormenta, y están en medio de ella. La situación va mejorando por momentos, y tú lo único que haces es maldecirte, por no haberte quedado en la cama. Por no haber salido corriendo cuando pudiste. Ya es demasiado tarde, y lo único que puedes hacer, es quedarte en silencio... y aguantar.
Y después, justo después de ese momento, de esa maldita impotencia de no haber hecho, dicho, escrito nada, ya da igual. Ya no te importan las horas que queden para que acabe el día. Ya ni tan siquiera te acuerdas de esa sensación, ya ha pasado. Pero todas las consecuencias siguen ahí. Cuando has jodido las cosas, lo único que te queda es eso. Consecuencias.
Sí, hoy ha sido un día duro. Y no hay forma de solucionarlo. Es un día duro, y largo, pero ha servido para algo, al menos. Estoy convencido, de que dentro de poco, los días como hoy, no se volverán a repetir. No más días duros. No más consecuencias. Al menos por un tiempo.
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