Este fenómeno se produce sobretodo con los cantantes, y su primer síntoma, aunque pueda o no ser relevante, es descubrirte a ti mismo de repente cantando una canción sin darte cuenta. Desde ahí, se va extendiendo a cada una de las células de tu cuerpo, hasta que, sin pensarlo, tu pensamiento, tus acciones, tus miradas, están todas dedicadas a él/ella. Y por más que quieras evitarlo, estás contaminado de esa persona. Ya no hay vuelta atrás.
Pero entonces, cuando me veo completamente obsesionado, vuelvo a la realidad. Vuelvo a una realidad muy distante de la que estaba viviendo. Es entonces, cuando pienso en que mitificamos demasiado a todos aquellos que admiramos. A nuestros héroes los elevamos a una categoría casi divina. Y no pensamos, que todos esos dioses encima de un escenario son personas, al igual que nosotros, con las mismas inseguridades y fallos. Que lloran, tienen días malos y que tal vez, esas canciones que nos gustan tanto son fruto de la amargura o la felicidad que un día vivieron. Aunque claro está, las canciones también puede que no sean más que meros productos plásticos llenos de sentimentalismo que intentan vender desesperadamente.
Creo que cuando elevamos a alguien a esa categoría, ya sea un cantante, un amigo, tu pareja... te vas rebajando poco a poco. Vas subiéndola en un pedestal a costa de descender cada día un poco más. Llega un momento, en que están tan altos que ni siquiera podemos verlos. Pero seguimos sin pensar adecuadamente. Seguimos sin darnos cuenta que en algún momento, el sol, como a las alas de Ícaro, les acaba quemando. Nadie puede estar tan arriba permanentemente, al menos no sin consecuencias. Porque para mí, nada puede elevarse más allá del sol, no si ese algo quiere seguir con vida.
Y me parece adecuado tener héroes, figuras que nos inspiren, que nos hagan querer ser mejores, que nos muevan algo desde dentro y nos hagan vibrar. Porque está bien tener esos ejemplos, aunque solo en ese caso, en el que vemos a esa persona como un referente, cuando estamos a su misma altura, pero sabemos que hay algo que podemos hacer para ser todavía más grandes. Cuando esa persona, es inspiración pura y dura.
En la mayor parte de los casos, no sucede así. Cuanto más alto ves a tu ídolo, significa que tú estás más abajo. Y te dices que no, que tu sigues siendo igual de importante, pero no es así. Acéptalo, cuando resulta que tú no eres el protagonista de tu propia historia, por muy egocéntrico que parezca, existe un problema. Por eso es por lo que el fenómeno fan resulta tan terrible. Porque son miles y miles de historias cuyos protagonistas han desaparecido para dejar paso a otros personajes ajenos a ese cuento y que acaban destrozando un final que podría llegar a ser legendario.
En cierta forma, es igual que el amor. Porque en el fondo, cuando estamos enamorados, borramos todos esos defectos que humanizan a las personas que queremos para que cumplan el ideal de amor que nos inculcan en la infancia. Príncipes y princesas azules, tan valiosos y poco comunes como joyas preciosas. Y, como por desgracia (o por suerte), todos estamos llenos de millones de defectos, a pesar de ser, en principio, máquinas perfectamente diseñadas, es terrible romper ese mito infantil que tanto nos conmovía. Entonces, un gran porcentaje opta por obviar lo malo y quedarse solo con lo bueno, sin darse cuenta de los maravillosos defectos que tienen en su compañer@, sin darse cuenta de que son esos, y no las escasas virtudes que pueden llegar a existir, de los que nos enamoramos.
Y me parece terrible de que se hagan así las cosas. Es como un asesinato. Es eliminar todo, un 90% de las personas. Y creo que es uno de los principales motivos por el que las relaciones no acaban funcionando del todo. Es muy fácil que nos gusten las cosas buenas, que nos atraiga el atractivo, la simpatía, la amabilidad.
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¿Sabes? Dios por dios es cuatro :) |
Volviendo al tema, que me desvío. Nacimos de la misma manera. Sí, aquí igual algún gracioso dice que él nació por cesárea, pero no estoy hablando de eso. Me refiero a que todos fuimos concebidos de igual forma, todos estuvimos en el vientre de nuestra madre, todos salimos de allí. El proceso es siempre, en todos los casos, el mismo. A nadie se le dan superpoderes o mejores oportunidades que a los demás. Puede que luego el contexto de cada uno gire hacia una dirección o a otro, pero empezar, empezamos todos en el mismo punto.
Por eso me parece tan injusto elevar a los demás por encima de nosotros, ya que no son ni mejores ni peores (excepto tú, Jared Leto, tú no entras en esto) que nosotros. Son tan sumamente imperfectos como lo pueden ser nuestros vecinos, nuestros amigos o nosotros mismos.
Están limitados por un cuerpo, están influidos por sus sentimientos. No son imparciales, tienen ideales, y viven exactamente de la misma forma en la que vivimos nosotros. Pueden ir por las calles y confundirse entre nosotros. Porque son uno más, hechos de nuestro mismo material.
Sí, igual ese cantante que tanto nos gusta, cuando estamos escuchando nuestra canción favorita pueda sonar o decir cosas propias de alguien elevado de entre la sociedad, pero la sangre sigue corriendo por sus venas, y su piel sigue siendo tan frágil como la nuestra. En algún momento envejecerá y se dejará vencer por los auténticos dioses, el sol y el tiempo. Como todos los humanos.
Y entonces, una vida después, nos daremos cuenta que hemos estado admirando a alguien que también se ha dejado vencer por esas antiguas deidades, al igual que nosotros. Un amor, porque creo que algo tan fuerte puede considerarse amor, completamente desperdiciado hacia otro igual más. Porque si bien la sensación de querer a alguien es reconfortante, tenemos que seguir viendo que, todos nosotros estamos hechos de la misma forma y de la misma sustancia. Y cuando muramos, seguiremos siendo iguales. Creaciones perfectas, sin distinciones. Así que no vale la pena dejar que nadie más sea el protagonista de nuestra historia.
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