13 de marzo de 2011

Centro de gravedad

Del total de las imágenes que encuentras cuando buscas en Google 'pureza', la mitad de ellas son blancas. Si buscas 'maldad', la gran mayoría de imágenes son negras. Tenemos ciertos colores asociados a palabras abstractas, tenemos ciertos objetos que ejercen el mismo papel.

Por eso me parece adecuado colocar una imagen sobre la cocaína en un artículo en el que voy a hablar por entero de todas aquellas características contrarias a aquellas que solemos asociar a las personas con problemas de drogas. Porque no está bien que los males siempre estén relacionados con lo oscuro, con lo siniestro, y las cosas buenas, con todo lo bonito y brillante. La cocaína, por tanto, es lo mejor que podría llegar a poner para esta entrada.

Hay personas, personas neuróticas como yo que cuando se sienten agobiadas, limpian. Y hoy, he hecho una limpieza profunda en mi habitación, y he quitado el polvo de todos los rincones que he encontrado. He pasado la fregona, he limpiado las ventanas, he ordenado los libros, he cambiado los muebles de sitio. Pero seguía sin ser suficiente. Un entorno limpio, para mí, es uno de los signos que me recuerdan que estoy en equilibrio, que los problemas no me superan. Y ahora mismo todo está en orden. Incluso yo mismo.

Ahora mismo contemplo mi estantería llena de libros ordenados por colores, que a su vez, están ordenados en orden alfabético y manteniendo un equilibrio entre sus tamaños. Mi cama perfectamente hecha, mis camisas dobladas con paciencia y a la perfección. Incluso el lío de cables que suele haber debajo de la mesa del ordenador ha desaparecido. El olor que desprende la habitación es más agradable que de costumbre.

No pueden haber peros para un estado tan perfecto. No los encuentro. El equilibrio es perfecto, y siento como si fuese eterno. Como si nada, ni un terremoto, ni un tornado pudiese trastocarlo. El exterior y el interior están totalmente alineados, y aunque todo lo que nos rodea es un caos de partículas invisibles, son apenas tangibles al ojo humano.

Pensar que yo soy el creador de este pequeño paraíso de orden, me hace cuestionarme por qué me cuesta tanto mantenerlo. Es la inconstancia, pero no puedo verla por ninguna parte. Solo la tranquilidad y el alivio que el orden desprenden.

Flotar en una nube no debe ser tan siquiera ni la mitad de agradable. Debe ser incómodo, porque están húmedas, sin embargo, las sillas de escritorio no. Si encuentras la postura perfecta es como estar volando, y sientes como cada parte de tu cuerpo, empezando por la espalda, se van relajando.

Dicen esa clase de personas que viven en un mundo de caramelo, donde todo está bien y las personas son felices, donde todo es simple, que no hay nada más hermoso que oír a los pájaros cantar. Los pájaros, queridos amigos que esnifáis purpurina, son los que día si y día también van dejando una profunda estela de mierda sobre nosotros. El ruido de las teclas al escribir es mil veces más reconfortante que el graznido de todos esos bichos que nos inundan con sus excrementos.

Soy un enfermo del orden que no presenta síntomas de su enfermedad. Me gusta sentirme en esta atmósfera que se crea cuando todo está donde debería estar, pero me cuesta llegar hasta esta especie de nirvana. Estoy... en éxtasis. Me gusta el orden, pero no ser ordenado. La bipolaridad llega en algunos momentos a ser una terrible y sádica compañera.

Igual he hecho bien en poner esa foto, la de la cocaína, porque estoy seguro, que ni toda la nieve del mundo podría ahora mismo superar este estado.

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