La noche era eterna. Seguía retorciéndome de dolor en el suelo, mientras mi brazo era poseído por aquella viscosa sangre negra. El dolor era cada vez más agudo, más profundo, cada vez más real. Porque, en todos los años que llevábamos en la montaña, nunca habíamos oído nada parecido, nada de esas bestias ensombrecidas. Y, por no haber oído nunca nada de ellas, ahora Amy estaba muerta, tendida a mi lado, con el rostro inexpresivo.
Me debatía en pensar si el dolor emocional era más fuerte que el físico, pero llegó un momento en que ya no podía ni siquiera razonar. Aquella cosa se había apoderado de mi brazo izquierdo, y ahora, me estaba matando desde dentro. El bosque parecía haberse quedado despejado, no había atisbo de ninguna de aquellas cosas alrededor. Quedaban un par de horas para que amaneciese, al menos quería sobrevivir hasta entonces.
Intenté levantarme, por última vez, alejarme del triste cadáver de Amy y poder llorar tranquilo. Ya me daba igual todo. Los niños, escapar, mi propia vida, huyendo de entre mis dedos por momentos. Todo me daba igual si ella no estaba. Mis últimos años habían pertenecido por completo a ella, no podía concebir un mundo en el que no estuviese a mi lado. Pero lo que había a mi lado, no era más que su carcasa. Ella ya no estaba.
-Deberías irte-escuchaba su voz en mi cabeza, sabía que ella no estaba, que ya no volvería a verla reír, pero me daba igual, aquello era lo más parecido a estar con ella.
-No, no puedo irme. Tú estás aquí. Y yo…yo estaré donde tú estés, Amy-sollocé para mis adentros, tendido ante su cuerpo-Yo no voy a ir a ningún sitio en el que no estés tú.
-Tienes que hacerlo. Tu tumba no puede ser este bosque, Aiden. Esas cosas van a volver, y en mayor número, y tú estás muy débil. Tienes que salir de aquí, van a arrasar este lugar, no puedes quedarte-me dijo casi cantando.
No quería obedecerla, no quería separarme de su cuerpo. Me aferré a ese sentimiento, a punto de explotar y llorar como un niño, todo era demasiado confuso, todo iba demasiado rápido.
-Confía en mí, Aiden-su voz era cada vez más clara-Levántate y vete de aquí.
Haciendo acopio de todas mis fuerzas, despidiéndome en silencio del cuerpo sin vida de Amy, que había iluminado mi vida durante todos los años en la montaña. Me pareció incluso lógico pensar que para salir de la montaña, tuviese que sacrificarla. El sol empezaba a salir poco a poco, aquella noche eterna se acababa. Sí, tenía razón, debía largarme de ese bosque.
-¿Le ves, querida?-una voz, muy lejos de aquel lugar, susurró, contemplando la escena, desde un cómodo asiento aterciopelado-Es realmente hermoso, tan proporcionado, tan sumamente inocente…
-Desde luego, querido, es perfecto. Los Shi-Rasn hicieron un gran trabajo a la hora de escogerle. Ni siquiera yo lo hubiese hecho mejor. Rezuma poder. Y eso que ni si quiera ha sido educado aún. Imagina las posibilidades. Es…fascinante.
-Deberíamos comunicar nuestra elección pronto. Un poder como ese no podrá ser disimulado por mucho tiempo, querida
-No. Aún no. La Liga esperará, recuerda que nosotros seguimos estando en un estrato bastante superior, no tocarán a uno de los marcados por los Shi-Rasn. Esas malditas sombras son demasiado poderosas como para infravalorarlas. Él vendrá a nosotros, sin corromper. Así que, por ahora, será mejor olvidarnos de comunicar nada.
-Querida, esto nos va a costar caro, no nos perdonarán tan fácilmente algo así. El chico es realmente un auténtico talento, si dejamos que se descontrole, podría acabar con todos nosotros.
-Eso no va a pasar. Querido, como tú has dicho, imagina las posibilidades. Imagina lo que algo como él podría llegar a hacer. Vendrá hacia aquí, y entonces seremos nosotros los que controlaremos ese poder… ¿No te dan escalofríos de solo pensarlo?
-Empiezo a pensar que estamos volviéndonos adictos a esto, querida…
El dolor empezaba a cesar. Al menos el de la mano. Llevaba andando una media hora al menos, y el sol ya se colaba entre las densas ramas del bosque iluminando por momentos el suelo. Me había perdido ya un par de veces, pero empezaba a intuir el final de la espesura. Empezaba a notar el cansancio.
La herida del brazo estaba empeorando, seguía sangrando, y parecía que se había infectado. Sentado, intenté buscar algo para detener la hemorragia. Cogí un trozo de la sucia camiseta que llevaba puesta e intente olvidar un poco el dolor. Sentía un enorme vacío por dentro, algo realmente fuerte, algo que no sentía desde los inicios de la guerra. Volvía a estar allí, otra vez, un niño mancillado por la muerte y la desgracia. Me pregunté por qué nunca le dije nada a Amy sobre lo que sentía por ella, aunque ambos lo supiésemos. No obtuve respuesta. Buscaba en mi cabeza su voz pero ya no estaba. Ya no había nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario