6 de mayo de 2011

MVH. Judas

Mierda. Es una mierda. Y Judas supone el fin de mi etapa Gaga. No porque sea una mierda (que también) sino que he encontrado algo que...me llena más que la mera repetición del nombre de la canción en cuestión mezclado con el terrible ego de la cantante. Perdonen todos esos pequeños monstruos, pero no puedo llegar a entender cómo se puede considerar buena una canción cuando la gran mayoría se basa en el nombre de su cantante. Funciona con Gaga, sí, es pegadizo, corto, pero si esto se llegase a poner de moda, cantantes como Isabel Pantoja se podrían decidir a imitarla. Y no creo que nadie quisiera escuchar una canción en la que cada dos por tres sonase de fondo "Pantoja, toja"

Pero bueno, el caso es que, a pesar de todo, del despilfarro de dinero en coronas de espinas y cruces de plástico que asciende a la suma de diez millones de dólares, de las letras facilonas y el ritmo enturbiado, supongo que me he dado en los últimos meses un buen atracón de Gaga. Así que es hora de buscar nuevos sabores, pero antes, creo que me tengo merecido un último banquete, una última cena...de Judas.

Fui un estúpido al pensar que podría evitarlo. Bueno, fui estúpido al ni siquiera pensar en que caería en sus redes. Sí, sonaba bien, parecía interesante, pero no, no, no podía estar pasando. Lo que tenemos las personas con tendencia a la autodestrucción es que tenemos también serios problemas a las adicciones. Y al no ser un consumidor habitual de opio o demás sustancias de ocio, supongo que lo más a mano que tenía en el momento fue él, Judas. Él estaba ahí, yo estaba ahí, y quería más, quería mucho más, pero él no estaba dispuesto a dármelo. No hizo falta demasiado tiempo, creo que fueron tres minutos, pero ya estaba atrapado en sus redes. Ya estaba enamorado de él, de Judas.

Y de repente, estaba de rodillas, haciendo algo que no hacía desde un tiempo. Daba igual que hubiese nacido de esta manera, daba igual que hubiese aceptado mis defectos y mis cualidades.  Le daba igual, yo no era nadie. Estaba a sus pies, y no hacían falta palabras, su mirada bastaba para provocar en mi la más terrible de las sensaciones. Ansia, ira, miedo... un cóctel de todas ellas, y de muchas más. No estaba preparado, o igual sí. Daba igual. Yo ya hacía lo que Él quisiese.

Me miraba desde los cielos, desde mi espalda. A veces sentía en mi imaginación su aliento recorriendo mi cuello, totalmente tenso. En ese momento, hubiese sido capaz de cualquier cosa, cualquier cosa que me pidiese. Sabía que no era bueno, que volvería a envenenarme, una y otra vez. Tendría que levantarme en algún momento, dejar de elevarle con mis hombros, pero no estaba dispuesto a perder esa sensación.

Sentimiento de culpa, paso dos. Cuando se alejaba por un momento, cuando me dejaba respirar, sin su asfixiante estigma sobre mis manos, era el sentimiento de culpa el que se apoderaba de mi cuerpo. Y parecía entonces, por un momento, que Judas no era la respuesta a mis oraciones, sino mi cruel y oscura perdición, traída desde lo más profundo de mi mente. Y él se da cuenta de que quiero librarme de él, y vuelve. Y cada uno de los dos, el Salvador y el Destructor, tiran de cada parte de mi cuerpo. Creo que voy a empezar a romperme.

Vivir con ambos es difícil, sobretodo porque a Judas no le interesa mi bien, a Judas solo le interesa alimentarse de mí, de mi espíritu. Y por otra parte, mientras él no está, me siento a gusto, tranquilo. Dejan de torturarme los remordimientos, y pienso en cómo acabar con Él, cómo librarme del control que ejerce sobre mi mente, ya que, al fin y al cabo, estoy hecho para sobrevivir. No se trata de amor, no se trata ni tan siquiera de cariño, es fascinación pura y dura. Quiero acabar con ella, antes de que acabe en una cruz, mientras él se ríe, desde abajo, se da la vuelta y me deja tirado, allí, entre ladrones.

Se acerca. Es el comienzo de mi final. Ve en mis ojos mis intenciones, ve que intento librarme de él. Sus ojos, traicioneros y terriblemente fríos, se clavan en mí, por primera vez. Siento como todo se derrumba. Me intentó zafar de su oscuro abrazo, intento olvidarle, pero está en cada uno de los rincones mi cabeza. Todas mis neuronas tienen grabadas su nombre... Y yo me voy derrumbando, ante sus pies, mientras él, otra vez, me apuñala, para dejarme tirado ahí, en el suelo.


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